Artículo escrito por Marc Alcaraz Diez , maestro de educación especial, psicólogo y jefe de estudios del centro de formación de Fundesplai.
Hace más de quince años, antes de que el concepto de viralidad fuera común, este anuncio se convirtió en un fenómeno en Youtube:
¿La habilidad de sus creadores? Ponernos frente al espejo con una situación más o menos cotidiana que muchas familias han vivido o, al menos, temen experimentar alguna vez.
Antes de entrar en materia, hacemos un apunte ético. El anuncio se ajustaría al dicho catalán: «Quien no quiera polvo, que no vaya a la era.» Es decir, si no quieres verte en esa situación, no tengas hijos. Una dicotomía de blanco o negro que deja de lado el gris esencial: la educación .
Y es desde ese “gris” que nace esta pequeña entrada, con la voluntad de proporcionar una mirada sobre un aspecto que a menudo genera angustia a los adultos: gestionar y acompañar a la frustración de los niños . Un pequeño spoiler: es posible pero no fácil , al menos al principio.
¿Qué es la frustración?
Estrategias para prevenir
Son todas aquellas acciones y aprendizajes que hacemos antes de que se produzca la reacción emocional . Nos permiten modelar la respuesta a la frustración con mayor éxito. Os proponemos las siguientes estrategias:
1.Cultivamos la educación emocional
Tanto en casa como en otros ámbitos educativos (escuela, esparcimiento, deporte…), trabajamos de forma consciente la dimensión emocional del niño . Aprender a reconocer las emociones, ponerles nombre… Esto puede hacerse, por ejemplo, con cuentos adaptados a cada edad que ponen en valor este trabajo. En esta otra entrada puede encontrar algunas recomendaciones.
2. Seamos referentes
¿Qué pasa en el entorno familiar cuando un adulto se frustra ? Pienso, por ejemplo, en niños que ven cómo uno de los padres tira el mando de la consola por haber perdido una partida. O en situaciones más sutiles, como cuando se anula un plan del fin de semana y la decimos de la altura de un campanario frente a los hijos. Los niños aprenden observando . Si como adultos gestionamos nuestras propias frustraciones con calma, estamos enseñando sin palabras. Y si no lo conseguimos, reconozcamoslo . Decir «me he equivocado, estaba muy enfadado» es también educar. Si no lo hacemos, preparémonos para que ese vuelo del mando sea recordado como reproche cada vez que pedimos calma al niño ante un episodio de frustración.
3. Dejemos que se equivoquen
Puede parecer una evidencia, pero si nunca se equivocan, no se podrán frustrar. Y si nunca se frustran, tampoco aprenderán a gestionar la rabia que esto les puede generar. La tendencia actual está en sobreproteger a los niños para evitar la frustración, creando espacios y situaciones el máximo de controladas y seguras posibles. Pero… ¿la vida adulta será así? No. Rotundamente, no. No haces ningún favor a un niño si lo educas para un mundo que no existe . Créeme. A corto plazo puede tener cierto resultado, pero con larga mirada (que es la que familias y educadores deberíamos tener), no tiene ningún sentido. Eso sí, los problemas y equivocaciones que deben afrontar deben estar en consonancia con su edad , para que la gestión emocional que se derive sea asumible.
Estrategias para gestionar
4. Validar y contener
No hace falta resolverlo todo enseguida . A veces, basta con estar. Decir «Entiendo que estás enfadado» o «Es normal sentirse así cuando las cosas no salen como esperabas» puede ser más útil que intentar calmar rápidamente. Este tipo de frases deben ir acompañadas de una actitud corporal y de hechos coherentes . No podemos decir que entendemos cómo se siente por de forma inmediata pedir que se mueva y salga de la situación vivida. Hago este apunte porque a menudo observo a familias que han aprendido este tipo de frase como una especie de instrucción respetuosa sin más .
5. Evitar la lucha de poder
Cuando el niño está desbordado emocionalmente, no es momento de razonar ni corregir. Es mejor esperar que se calme para poder hablar . Hablamos del “secuestro emocional” que toda persona ocurre cuando las emociones nos “superan”. La calma del adulto es clave para desescalar la situación. La tendencia a reforzar nuestro papel de autoridad es muy habitual en situaciones como las del anuncio. Nos sentimos cuestionados en público y en vez de atender la necesidad real del niño atendemos a la propia : la vergüenza que sentimos cuando todo el mundo nos mira preguntándonos si no pensamos corregir aquella actitud.
6. Revisar el contexto
Preguntarnos: ¿hay alguna necesidad no cubierta? ¿Está cansado, tiene hambre, ha tenido un día difícil? La frustración es a menudo la punta del iceberg. Esta reflexión nos podrá servir como línea preventiva a futuro .
7. Reparar y reflexionar
Pasada la tormenta, podemos hablar con el niño sobre qué ha pasado, cómo se ha oído y qué podría hacer la próxima vez. Este momento es educativo y potencia el autoconocimiento y por tanto la autonomía (también emocional) del propio niño. Os recomendamos que también podáis expresar cómo se han oído mostrando así que la dimensión emocional está presente en todas las personas y que hablar de ello es algo natural y sano.
En conclusión…
Si ha llegado hasta aquí estoy seguro de que todavía puede pensar “Sí, interesante, pero si a mí me pasa esto del anuncio… no sé si tendría tanta paciencia y aplicaría estos pasos”. Educar en la gestión de la frustración es una tarea compleja, no lo negaremos. No se trata de hacer desaparecer la frustración, sino de enseñar a convivir con ella . Y éste es, quizás, uno de los puntos donde a menudo fallamos. Nos incomoda ver al niño en aquella situación, nos remueve emocionalmente, y queremos solucionarlo rápidamente … terminando con la frustración misma. Ser conscientes de ello ya es un gran paso para afrontar la próxima pataleta con una actitud —y unos resultados— diferentes. Es cuestión de calma y práctica . Hemos empezado la entrada con un dicho catalán en relación al anuncio. Acabamos con otra que resume bien el camino que proponemos: «Poco a poco y buena letra».
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